Hola de nuevo, es un gusto escribir después de mucho tiempo,
las preocupaciones de la vida me han mantenido un poco al margen de los
blogs... en fin.
Hoy escribo sobre un tema que hasta hace poco, para mí era
polémico, en realidad no tenía una postura definida al respecto, me mantenía
abierto a cualquier tendencia, no las rechazaba, pero tampoco las aceptada como
axiomas universales; sin embargo, después de investigar un poco al respecto y
utilizando un método inductivo, creo poder comenzar a inclinarme por una
postura con respecto a la Eucaristía, tal como la concibe la Iglesia Católica
Romana.

Primero veamos lo que enseña el catolicismo con respecto a
la "Presencia Real". La “Presencia Real” es un término que se refiere
a la presencia verdadera de Cristo en los elementos del pan y el vino que han
sido transubstanciados.
En el párrafo 1376 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC)
se establece,
“El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma:
"Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie
de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta
convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan
y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia
del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la
substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente
a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376)
Debido a que ahí está la presencia misma de Cristo, el
catolicismo romano adora y exalta estos elementos.
La Misa consta de una serie de rituales contenidos dentro de
la Cena del Señor y entre ellos la recreación del sacrificio de Cristo. Además,
la enseñanza de la transubstanciación establece que la substancia de los
elementos son milagrosamente cambiados, aunque no su apariencia. En otras
palabras, el pan y el vino se presentan como pan y vino, incluso bajo el examen
científico, pero la verdadera substancia es de manera mística el Cuerpo y
Sangre de Cristo. A la par con la transubstanciación esta la doctrina de la
Presencia Real o Verdadera. Mientras la transubstanciación es el proceso de cambio,
la presencia real es el resultado de ese cambio. En otras palabras, la doctrina
de la presencia real establece que el pan y el vino contienen la presencia
efectiva de Cristo en forma corporal como resultado del proceso de
transubstanciación. El Catolicismo Romano establece que la encarnación misma de
Cristo en donde Jesús se hizo hombre, pero conteniendo una naturaleza invisible
y divina, es análoga a la doctrina de la presencia real.
Ahora bien, hay muchos argumentos en oposición a esta
enseñanza, unos muy radicales, otros poco exhaustivos y otros muy analíticos.
Personalmente me inclino por uno que encontré muy analítico
y razonable y que va a la par con las verdades bíblicas y la ortodoxia
teológica cristiana y lo llamé, el argumento de la Unión Hipostática. Algunas
personas han llamado la enseñanza de la “presencia real” como una “violación a
la encarnación”, pero en realidad no veo la necesidad de usar términos tan
polémicos. Vamos al punto.
La doctrina bíblica de la Encarnación establece que la
Palabra que era Dios y que estaba con Dios (Juan 1:1), se hizo carne y habitó
entre nosotros (Juan 1:14). Este “se hizo carne” involucra lo que se conoce
como “unión hipostática.” Esta es la enseñanza que en la sola persona de Cristo
hay dos naturalezas: divina y humana. Esto es, Jesús es tanto Dios como hombre
al mismo tiempo y que El será por siempre Dios y hombre.
La Enciclopedia Católica dice: “fue definitivamente
establecida en el Concilio de Calcedonia (451), que declaró que en Cristo las
dos naturalezas, reteniendo cada una sus propiedades, están unidas en una
existencia y en una persona”. Ellas no están ligadas en una unión moral o
accidental (Nestorio), ni mezcladas (Eutiques), y sin embargo, ellas están
substancialmente unidas.
Es más, por definición, para que Jesús sea un hombre debe
estar localizado en un solo lugar. Esto es parte de la naturaleza humana. Un
humano no tiene la habilidad de la omnipresencia. El sólo puede estar en un
lugar. El decir que Jesús en Su forma física está en más de un lugar a la vez,
es negar la Encarnación. Es decir, es negar que Jesús sea totalmente hombre, ya
que un hombre solo puede estar en un lugar. Por tanto, decir que el pan y el
vino se vuelven en el cuerpo y sangre de Cristo va contra a la doctrina de la
Encarnación, al establecer que Cristo está físicamente presente en todo el
planeta cuando la misa es celebrada. Este es un serio problema y una seria
negación de la verdad y de la absoluta Encarnación de la Palabra de Dios como
hombre.
Pero, ¿Acaso Jesús no dijo en Mateo 28:18-20 que El estaría
con sus discípulos siempre, hasta el fin del mundo? ¿No es esta una declaración
de que Jesús estaría físicamente presente en todos lados? No, no es lo que está
declarando.
La respuesta se encuentra en la enseñanza communicatio
idiomatum. Esta es la enseñanza de que los atributos de las naturalezas tanto
divina como humana están adscritos a la persona única de Cristo. No significa,
sin embargo, que todo lo que pertenece a la naturaleza divina se comunicó con
la naturaleza humana. De igual forma, no significa que todo lo que pertenece a
la naturaleza humana se comunicó con la naturaleza divina. Quiere decir que los
atributos de la naturaleza divina pertenecen a la persona de Cristo. Por lo
tanto, Jesús es omnipresente, no en su naturaleza humana, sino que a la
naturaleza divina.
Para hacer esto más claro, veamos algunos versículos que
ilustran el principio del communicatio idiomatum.
Juan 17:5, “Ahora pues, Padre, glorifícame Tu al lado tuyo,
con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera.”
Juan 3:13, “Nadie subió al cielo sino el que descendió del
cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.”
Por favor, notemos que en estos dos versículos, Jesús
declara la gloria que tenía con El Padre antes de la fundación del mundo y que
además ha descendido del cielo. Pero ¿Cómo puede ser esto cierto si Él es
hombre? La respuesta es debido a los atributos de la naturaleza divina son
pertenecientes al persona de Cristo. Por tanto la persona de Cristo puede decir
tener la gloria con El Padre y el haber descendido desde el cielo. Pero sabemos
que Jesús hombre, en la carne, no existió hasta Su concepción. Aun así, esto
significa que las dos naturalezas de Cristo son distintas, aunque están en
Unión en la persona de Cristo (unión hipostática). También significa que los
atributos de la naturaleza divina y los atributos de la naturaleza humana no se
transfieren unos a otros, es decir, lo divino no se vuelve localizado y lo
humano no se vuelve infinito. Si ese fuese el caso, la naturaleza de lo divino
y la naturaleza de lo humano serían violadas. Por tanto, la transubstanciación
no sería una enseñanza correcta.
Esto por el momento. Sigo investigando al respecto, pues el
tema es muy amplio. Aún estoy abierto al diálogo, a argumentos que ignoro, ya
sean de parte del catolicismo romano como del protestantismo.
Espero estar comunicando nuevas noticias al respecto. Dios
los bendiga.